Biringos bajo la ducha entonando «Alma Lojana» es la escena que muchos repiten día a día. El agua no da chance a decir ¡achachau! ni ¡chachay!. Cuchir no murungo es todo una proesa para el lojano común y corriente.
Esta carestía de agua apunta como culpable a el Plan Maestro de Agua Potable. Una obra vital para la ciudad que, hoy, para muchos resultó hechiza.
Así hemos cainado, ya por meses, chamuscando contra natura o de pronto contra algún maleta sacha redentor de la honestidad que como en un cuento macondeano promete reconstruir todo, pero no le alcanza.
En el pueblo se dice «Cuando no llueve no hay agua y cuando llueve peor». Pero ¿Mimomimo debe ser así?
El Municipio reporta que con las lluvias las tuberías se quedan mucas. Luego de arreglarlas y estar chapando para que no fallen, estas se chaguayan en los lugares menos pensados, y de nuevo se va el agua.
El otro día escuche al alcalde farolear su buena gestión: «cuando nos vayamos el pueblo de Loja ¡¡VA A LLORAR!!», frase que fue llarusa perfecta que arranco aplausos y vítores. Esta aseveración fue dicha con tanta güinches que no dio tiempo a inferir si ¡¿de alegría?! ¡¿o de tristeza?!
Pero el problema del agua no es una Chilchigua, tanto que la Controlaría General del Estado y el Ministerio del Ambiente han interpuesto oficios para intentar arreglar este chimirimico de la sed de los lojanos.
Yora ¿que seré de hacer?, la solución se vislumbra togra, por que hasta ahora la gestión mangulera no encuentra piedra de afilar.