En el bullicioso centro de la capital ecuatoriana, entre las calles Javier Ascázubi y la Av. 9 de octubre, se levanta un espacio que, más que un restaurante, es un pedazo de tierra lojana sembrado en pleno corazón quiteño. “La Campiña Lojana” nació del amor por la gastronomía tradicional, el anhelo de mantener vivas las raíces y el deseo de ofrecer a la comunidad un lugar donde los sabores evocan recuerdos, abrazan el alma y cuentan historias.
Fundado el 20 de abril de 2013 por los esposos Pablo y Doris Bravo, este emprendimiento familiar surgió como una idea sencilla que con el tiempo se convirtió en un referente de la cocina lojano-ecuatoriana. “Queríamos que nuestro restaurante fuera un lugar de encuentro, como una campiña donde la familia se reúne para cosechar la tierra. Por eso lo llamamos así: “La Campiña Lojana”, explica Pablo Bravo. La propuesta no tardó en encontrar su espacio, sobre todo entre la comunidad migrante. Según un estudio de mercado que revisaron antes de abrir sus puertas, el 8,13% de los migrantes internos en Quito provienen de Loja, y fue precisamente en ellos donde vieron una oportunidad para reconectar con sus raíces.
Desde su apertura en un pequeño local cerca del antiguo aeropuerto de Quito, el restaurante ha crecido hasta convertirse en un espacio acogedor con capacidad para más de 80 personas, donde familias y amigos se reúnen para compartir más que una comida: una experiencia. “Muchas veces los clientes nos dicen que nuestra sazón les recordó a su abuelita o a su infancia en Loja. Eso es lo que buscamos: que a través de cada plato revivan momentos y emociones”, señala Doris, quien lidera la cocina con pasión y autenticidad.
La carta es un homenaje a la diversidad culinaria de la provincia. Las sopas tradicionales, como el repe o las arvejas con guineo, abren el camino a clásicos infaltables como la cecina, la longaniza, el chivo al hueco, la chanfaina, el tigrillo o el mote con chicharrón. Cada preparación guarda la esencia de su origen: el chivo llega desde Zapotillo, la yuca de Catamayo, el choclo de Pindal, la longaniza de Gonzanamá y el café de las montañas lojanas. “Traemos muchos ingredientes directamente desde Loja para garantizar el sabor original. Queremos que cada bocado sea un viaje”, explica Doris.
Además, el restaurante ha sabido combinar la tradición con la innovación. Uno de sus platos estrella es la guatita, que se ofrece en versiones creativas como mixta, del mar, mar y tierra o la emblemática Bandera. También disponen de productos típicos para llevar, como roscones, alfajores, queso lojano, café para filtrar, bizcochuelos y más, que permiten al cliente continuar el viaje gastronómico en casa.
Doce años después de su fundación, La Campiña Lojana no solo ha conquistado el paladar de los lojanos en Quito, sino que se ha convertido en un embajador de la gastronomía lojana en el país. “En los últimos años, nuestra cocina ha ganado reconocimiento nacional. Cada vez más personas la prueban, cada vez más la valoran. Hoy es un referente de la comida ecuatoriana”, afirma con orgullo Pablo.
El restaurante abre sus puertas de lunes a domingo, de 08h30 a 16h00, y su ambiente cálido invita a quedarse, conversar y compartir. Ya sea para un desayuno tradicional, un almuerzo en familia o simplemente una taza de café lojano, cada visita a La Campiña Lojana es una oportunidad de reconectar con las raíces y rendir homenaje a la memoria colectiva de un pueblo.
La Campiña Lojana está ubicada en la zona turística de La Mariscal, Quito. Para reservas: 099 502 8001.
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