A sus 27 años, Alexander Carrera ha encontrado en la psicología y la docencia dos caminos que se entrelazan para cumplir una misma misión: aportar al bienestar y desarrollo humano. Nacido en Santo Domingo, pero con el corazón y la vocación puestos en Loja, este joven profesional se desempeña actualmente como docente en la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), sede Loja, donde imparte la asignatura de Desarrollo Personal y Profesional.
Licenciado en Psicología Clínica por la Universidad Nacional de Loja y Máster en Terapias Psicológicas de Tercera Generación, Alexander asegura que su interés por comprender la mente humana surgió desde muy joven. “Siempre me fascinó la idea de brindar herramientas y una guía sólida a las personas que enfrentan situaciones complicadas en su día a día. El estudio de la mente humana me parece una de las cosas más complejas, y eso fue lo que me llevó a elegir esta carrera”, explica.
Su formación educativa comenzó en Santo Domingo, en la escuela Manuel Agustín Aguirre y el Colegio Alfredo Pareja Diezcanseco. Desde entonces, se ha caracterizado por su disciplina y empatía, cualidades que marcaron su trayectoria académica y profesional.
Una vocación al servicio de los demás
Antes de su experiencia universitaria, Alexander trabajó durante dos años en la ONG World Vision, donde participó en el proyecto “Respirando Inclusión en espacios educativos”. Esta iniciativa promovía la metodología inclusiva y la lucha contra la discriminación en instituciones educativas, especialmente en contextos de movilidad humana. Además, formó parte de equipos que brindaban acompañamiento psicológico, psicopedagógico y atención a casos de vulneración de derechos de niños, niñas, adolescentes y adultos.
“Como psicólogo clínico en el campo humanitario, uno se enfrenta a historias muy duras: abuso, maltrato o abandono. Son situaciones complejas de manejar, pero también lo más gratificante es ver cómo las personas logran reconstruir su historia de vida. Ahí se siente el verdadero impacto de la profesión”, comenta con emoción.
El aula, un espacio para transformar
Hoy, desde las aulas de la UIDE, Alexander combina su experiencia terapéutica con la enseñanza. Para él, la docencia representa una oportunidad de formar no solo profesionales, sino seres humanos conscientes y sensibles a su entorno. “Lo que más me gusta es ser parte de la formación académica de tantos jóvenes que serán el futuro del país. Saber que puedo dejar una huella en ellos es lo que me llena de satisfacción”, afirma.
Confiesa, entre risas, que lo único que no disfruta de la docencia es revisar deberes, aunque reconoce que es parte del proceso formativo. “Cada clase es un intercambio de aprendizajes. Mis estudiantes aprenden un poco de mí, pero yo aprendo muchísimo gracias a ellos”, agrega.
Entre libros, música y sueños
Fuera de su labor académica, Alexander disfruta de leer novelas, escuchar música y tocar la guitarra, actividades que le permiten equilibrar su vida profesional y personal. “La música y la lectura son mis refugios. Me ayudan a mantenerme conectado conmigo mismo y con mi creatividad”, dice.
De cara al futuro, su meta es continuar su formación académica con un doctorado o una especialización en neuropsicología. “Me apasiona la idea de seguir creciendo. En la docencia y en la psicología siempre hay algo nuevo que aprender”, asegura.
El valor de impactar positivamente
Si algo define a Alexander Carrera es su convicción de que la ayuda profesional puede cambiar vidas. “Lo más gratificante es ver cómo las personas a las que acompañas cambian su expresión, su forma de ser, su confianza. Es ahí donde uno comprende el poder que tiene la empatía, la escucha y la orientación”, reflexiona.
Su mayor motivación, dice, es poder reconocer el impacto positivo de su trabajo en los demás. “Desde que estaba en la universidad, enseñar me ha apasionado. Saber que mi esfuerzo puede mejorar la vida de alguien más es lo que me impulsa a seguir adelante”.
Con una mirada joven, pero una madurez profesional admirable, Alexander Carrera encarna el espíritu de una nueva generación de docentes y psicólogos: comprometidos, humanos y profundamente convencidos de que el conocimiento y la empatía pueden transformar el mundo, una persona a la vez.
