Ángel Manuel Romero Santos, más conocido como “Angelito”, tiene 58 años de edad, seguramente quienes visitan con frecuencia la iglesia Catedral, lo han visto o han tenido la oportunidad de conocerlo. Es un “morenito, chiquito”, como él mismo se describe, mientras reímos.
Lleva 20 años al servicio de la iglesia, ingresó en 1998 como ayudante de sacristía y servicios varios, pero más que eso, se ganó el cariño, amistad y respeto de quienes han compartido la devoción y el oficio en la Catedral.
¿Qué función cumple un sacristán? Durante la celebración de las misas, el sacerdote es asistido por los acólitos, pero es el sacristán quien ayuda no sólo en las cuestiones litúrgicas, sino también para la buena marcha cotidiana del servicio en la iglesia; lo que Don Angelito ha venido realizando hasta la fecha.
Aunque hace 3 años se encargaba de la sacristía, arreglaba ornamentos, y tenía todo listo para llevar a cabo las eucaristías, actualmente se dedica de lleno a los asuntos varios que requiere el templo. Por su antigüedad en el oficio, es quien guía a los nuevos ayudantes que, colaboran por temporada, a cumplir con la labor.
Le gusta su trabajo porque se mantiene en un ambiente tranquilo, pero como en todo oficio existen experiencias tristes “a través del tiempo se va conociendo personas, sobre todo sacerdotes que se convirtieron en amigos, pero que hoy en día ya no están con nosotros. La primera experiencia que me entristeció fue la partida de Monseñor Ochoa, cuando yo tenía como 5 años de trabajo y poco a poco la extinción de algunos más. Es triste ver a los amigos partir”, menciona con nostalgia.
Por otro lado, la experiencia de ser el sacristán le ha traído varias experiencias y anécdotas que recuerda con mucha emoción. Una de ellas fue tener la oportunidad a los meses de ser contratado, no sólo de estar cerca de la santísima Virgen de El Cisne, sino también de cargarla.
Siempre ha sido creyente, con una devoción grande a la santísima madre y fue esa inspiración la que llevó a Don Angelito a aceptar sin dudas el trabajo en la Catedral, “me propusieron por recomendación de un sacerdote en las fechas próximas a la llegada de la virgen y para mí fue un privilegio”.
La entrega y la devoción con la que continúa la labor de tantos años, lo han llevado a enriquecer su alma, a conocer y rodearse de amistades sinceras y sobre todo de confianza y respeto mutuo. “Uno se acostumbra a ver cómo van ingresando sacerdotes nuevos al servicio de la Diócesis, amigos que empezaron como seminaristas y que cuando llegaron a la ordenación, aún me buscan y me tienen presente siempre. Eso me llena y me hace sentir bien”, concluyó.