Elaborado por Domenica Tandazo
Loja, Ecuador
En los pasillos de la Clínica Santa Isabel de Loja, donde las urgencias no conocen de horarios y los turnos de 24 horas son parte de la rutina médica, una mujer destaca no solo por su profesionalismo, sino por el inmenso amor que irradia en cada faceta de su vida. Alejandra Daniela Jiménez Loja, médica general y madre de una niña, representa el equilibrio entre la entrega al prójimo y el compromiso maternal.
Un sueño que parecía inalcanzable
Nacida en Loja, Alejandra creció con la ilusión de convertirse en médica, una meta que en su infancia parecía lejana. Sin embargo, su determinación y el ejemplo de sus hermanos, también profesionales de la salud, la impulsaron a alcanzar ese objetivo. Hoy, como residente en la Clínica Santa Isabel, enfrenta jornadas extenuantes que combinan la atención médica con la dedicación a su familia.
Jornadas que desafían el tiempo
Los días de Alejandra comienzan temprano: prepara a su hija para la escuela y la deja al cuidado de su madre, quien se ha convertido en un pilar fundamental en su vida. Luego, se dirige a la clínica, donde las 24 horas de turno pueden ser impredecibles, alternando entre momentos de relativa calma y situaciones de alta exigencia. Al regresar a casa, lejos de descansar, se dedica a las tareas del hogar y al acompañamiento de su hija en sus deberes escolares.
La maternidad: un aprendizaje diario
Para Alejandra, ser madre es el trabajo más desafiante y gratificante. «Nadie nos enseñó a ser madres, aprendimos de manera empírica», reflexiona. Cada gesto de su hija, desde una sonrisa hasta un abrazo acompañado de un «mami, cuéntame cómo estuvo tu día», es un recordatorio del amor incondicional que las une.
Mirando hacia el futuro
Alejandra aspira a especializarse en su carrera médica, con el objetivo de brindar una atención aún más integral a sus pacientes. En el ámbito personal, desea ser un ejemplo constante para su hija, inculcándole valores y apoyándola en cada paso hacia sus propios sueños.
La historia de Alejandra Jiménez es un testimonio de resiliencia, vocación y amor. Una mujer que, con cada jornada, demuestra que es posible sanar cuerpos y corazones, mientras se construye un hogar lleno de cariño y esperanza.
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